¿Alguien se imagina que los productos cosméticos que utilizamos para
cuidar la piel puedan afectar negativamente al sistema hormonal? Es
difícil de creer, pero, según diversos estudios científicos, eso es
exactamente lo que sucede cuando usamos determinados productos -desde
champús a desodorantes- que incluyen unos compuestos químicos llamados
parabenos en su composición. Están a la venta en cualquier supermercado y
se consumen constantemente en todos los hogares, a pesar de que diversos
investigadores han encontrado parabenos (ésteres del ácido
hidroxibenzoico) en tumores de mama y se ha descrito su capacidad para
interferir en determinadas hormonas.
El caso del parabeno es un ejemplo más de una realidad que ha quedado
oculta tras las campañas publicitarias comerciales: las estanterías de
los supermercados están llenas de compuestos químicos que, a determinadas
dosis, pueden ser perniciosos para la salud humana. Algunos, como el
Bisfenol, se utilizan en envases alimentarios de todo tipo, a pesar de
que se sabe que producen desequilibrios hormonales. Otros, la gran
mayoría de los 100.000 compuestos químicos que nos rodean, nunca han sido
investigados y se desconocen sus efectos sobre la salud humana.
Los científicos no cesan de advertir sobre los riesgos de este cóctel
químico sobre la salud.
Todos ellos coinciden en que hay motivos de preocupación. Según los
científicos de CASCADE, "hay muchas enfermedades cuya incidencia va
en aumento en el mundo occidental, enfermedades como el cáncer de
testículo, diabetes, alergias, esterilidad, pubertad precoz y trastornos
de demencia", cuyo aumento se debe a diversas causas, pero una de
las principales radica "en los muchos agentes químicos a los que nos
exponemos desde el embarazo, durante la infancia y la vida adulta, que
afectan a nuestro sistema hormonal y que a largo plazo producen las enfermedades".
Un paseo imaginario por el supermercado con Nicolás Olea, catedrático de
la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada, ayuda a entender la
magnitud del problema. En la sección de alimentos podemos encontrar una
cierta proporción de frutas o verduras con residuos de pesticidas. El
pescado "puede ser una fuente importante de residuos antiguos, como
los organoclorados persistentes, que se prohibieron años atrás pero que
ahora aparecen acumulados en el pescado más graso", afirma Olea.
Los embalajes para envolver alimentos contienen a menudo ftalatos y
bifenoles, unos compuestos que interfieren en el sistema hormonal y por
ello se denominan disruptores endocrinos. El Bisfenol A es uno de los
peores. Se utiliza para fabricar plásticos, policarbonatos y resinas.
Según Olea, "está en todas partes, en todo tipo de utensilios de
cocina, envases, biberones, latas de refresco o de comida precocinada,
gafas, empastes dentales...".
El calor es uno de los agentes que provoca que el Bisfenol A contamine el
alimento. Olea alerta de que "todos los envases de pizza son
estrogénicos", ya que la tinta y el cartón reciclado son una
importante fuente del tóxico, y el calor del alimento provoca su
liberación.
El Bisfenol A mimetiza y suplanta el efecto de las hormonas,
fundamentalmente el de los estrógenos, y por ello puede provocar un largo
corolario de daños en el desarrollo, crecimiento y reproducción. Los
investigadores han descubierto, por ejemplo, que dosis muy bajas de este
compuesto son suficientes para causar anormalidades en el desarrollo
embrionario de ratones.
Pero la industria tiene otra opinión. Los investigadores Frederick vom
Saal y Wade W. Welshons, de laUniversidad de Misuri,
lo explican en un reciente artículo publicado en la revista Environmental
Research: "Hay 109 estudios publicados hasta julio de 2005 que
documentan efectos perniciosos de los bisfenoles a bajas dosis en
animales". Estos resultados provienen siempre de estudios financiados
con dinero público. En el otro lado hay "11 estudios financiados por
la industria química, el 100% de los cuales concluyen que el Bisfenol no
causa efectos significativos", según estos autores.
Las secciones de cosmética y de droguería del supermercado no van por
mejor camino. Muchas cremas solares contienen benzofenonas, unos
compuestos que también interfieren en la regulación hormonal, según
Nicolás Olea. Y hace apenas tres meses se ha prohibido el tributil
estaño, un compuesto utilizado en las pinturas de barcos y piscinas y que
es el responsable de alteraciones metabólicas tan vistosas como el
crecimiento de un pene en las hembras de los moluscos.
Nicolás Olea se pregunta: "¿Cuántas veces más tendremos que ver que
se prohíbe un producto que se ha estado utilizando alegremente durante
décadas?" Por eso defiende que se hagan pruebas regulares y
sistemáticas de los compuestos químicos, que es lo que REACH propone.
La investigadora Núria Ferrer, química de la Universidad de Barcelona y
miembro de CIMA, sostiene que la propaganda comercial incita a establecer
unos hábitos de consumo perniciosos. "Se pretende que los niños y
jóvenes beban refrescos a todas horas del día. Como esto crea problemas
de obesidad, la solución que ha ideado la industria es promover las
bebidas light. Pero en España se usan algunos edulcorantes artificiales,
como el ciclamato, que están prohibidos en otros países como Alemania,
Nueva Zelanda y Estados Unidos por su posible efecto cancerígeno".
Para el consumidor es algo muy difícil de detectar, ya que el ciclamato
no aparece como tal en los envases, sino con su nombre técnico E-952.
Los ejemplos que aporta Núria Ferrer son numerosos. El uso de
antitranspirantes es cuestionable, ya que "impiden esta función
natural del cuerpo y la consecuente eliminación de toxinas". Ferrer
sostiene que es el consumidor quien elige qué producto se mete en el
cuerpo y por ello tiene un enorme poder que debe ejercer de manera
responsable. Y recomienda a la gente "que se pregunten si realmente
necesitan usar ciertos productos" que, en su opinión, son
"totalmente superfluos".
SUSTANCIAS QUE ALTERAN LOS GENES
Los científicos apenas conocen las causas de una gran parte de las
enfermedades más frecuentes, como el cáncer, el Parkinson, el Alzheimer o
la diabetes.
Pero de una cosa están seguros: "Los agentes químicos ambientales
juegan un papel causal importante en estas enfermedades", afirma
Miquel Porta, catedrático de Salud Pública de la Universidad Autónoma de
Barcelona y ex presidente de la Asociación Científicos por el Medio
Ambiente.
Se sabe, por ejemplo, que determinados agentes químicos ambientales
afectan a la expresión de los genes. Porta explica que "un gen clave
para prevenir el desarrollo de tumores (el P53) deja de funcionar cuando
actúan determinados toxicos, mientras que otros genes que intervienen en
el desarrollo de tumores, como el oncogen K-ras, se activan por la
influencia de metales pesados y compuestos organoclorados".
Porta lamenta "el desprecio" que legisladores y autoridades
muestran hacia la enorme cantidad de conocimiento que se acumula sobre el
efecto de los agentes químicos en la salud humana. "El equilibrio de
los sistemas fisiológicos se rompe muchas veces por sustancias químicas
que afectan a millones de personas y son responsables de una parte
importante de la carga de enfermedad que soportamos", afirma.
"Entiendo que hay que tomar riesgos, pero éstos han de estar basados
en una información rigurosa. Lo que no podemos tolerar es la ignorancia y
la falsa dicotomía 'o el tóxico o el empleo', porque es un chantaje
inaceptable".
Autor: David
Segarra
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